martes, 17 de febrero de 2015

Ojalá no exista un mañana como hoy.

Un día te levantas y ya no sientes nada,
como si fueras más ligero y el viento pudiera arrastrarte a cualquier lugar.
Sin importante donde vayas a parar.
Sólo fluyes.

Te has vaciado poco a poco los bolsillos de piedrecitas que has ido acumulando a lo largo de los años;
dolor, daños, veneno en las venas y muy pocas ganas de despertarte cada mañana.

Hasta que un día te levantas,
y disfrutas de la paz efímera del olvido que tanto anhelabas.

Sin tener una tormenta en los ojos.
Desayunando café y tostadas por placer,
y no por la obligación de comer porque estás en los huesos.

Y eso es el olvido.
Vivir en un rutinario día cualquiera sin que te duela una canción.


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